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En 1844, un "respetable" hombre de negocios de Reíno Unido, Thomas Alexander McBean, sintió que algo se rompía dentro de su pecho. Sus médicos decidieron enyesarle y recomendarle un tratamiento con sanguijuelas y su dolor desapareció, pero cambió a una debilidad intensa durante dos o tres meses, el tiempo que las molestias tardaron en regresar.

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