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La terapia con células T a las que se añade un receptor de antígeno quimérico (CAR) -dirigido al antígeno tumoral CD19- ha transformado el manejo de ciertos tipos de leucemias y linfomas. No obstante, la toxicidad de estos tratamientos es un problema con el que los clínicos tienen que lidiar, al margen de que la preparación de las células CAR-T es larga y compleja. Las células NK (asesina natural o citolítica) podrían salvar estos obstáculos, y encauzar una nueva generación de CAR que no tengan que prepararse a medida de cada paciente y sin los efectos secundarios de las pioneras CAR-T.

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