La infección COVID-19 es un acontecimiento especialmente grave en los pacientes que han recibido un trasplante hematopoyético (denominado genéricamente como trasplante de médula ósea), con una mortalidad que se sitúa entre el 20% y el 30%, tal y como han demostrado diversos estudios españoles. Por ello, “hemos tenido que cambiar nuestra forma de trabajar en cuanto a la extracción de progenitores hematopoyéticos a los donantes. Además, durante el inicio de la pandemia, muchas unidades tuvieron que limitar el trasplante a aquellos pacientes que no podían esperar”, explica el doctor Javier López Jiménez, del Hospital Universitario Ramón y Cajal (Madrid), que ha coordinado el XXIX Seminario Virtual PBPC TASPE, en compañía de María Dolores Caballero Barrigón, del Complejo Asistencial Universitario de Salamanca, y con el apoyo de Amgen.
El manejo de donante y receptor en pandemia ha cambiado la aproximación al trasplante de médula ósea
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