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Olga se encontraba en Kenia, donde vivía ayudando a las mujeres más desfavorecidas de este país desde 1960, cuando comenzó a sentirse mal. Notó que su algo en su estado de salud no marchaba bien: "Me encontraba débil y no veía el futuro porque en Kenia no tienen medios médicos para cosas delicadas". Por este motivo, Olga se trasladó a Pamplona, a la Clínica Universidad de Navarra, donde los especialistas en Hematología y Hemoterapia le realizaron las pruebas oportunas que le llevaron al diagnóstico: síndrome mielodisplásico.

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