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Los problemas cardiacos asociados a los tratamientos oncológicos son cada vez más frecuentes. A algunos bien conocidos de las terapias clásicas como los de las antraciclinas, el platino o la ciclofosfamida, se están uniendo otros derivados de los tratamientos dirigidos. “Hay fármacos concretos que producen problemas cardiacos muy concretos”, apunta Ramón García Sanz, vicepresidente de la SEHH. “Por ejemplo, el ibrutinib puede producir fibrilación auricular. Es necesario prevenir riesgos y manejarlos limitando el número de dosis, etc.”

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